Así he llamado a este cuadro. La madera principal es lo que en mi pueblo llaman enebro, aunque al parecer es más bien sabina. Este cuadro es especial para mí, porque es de un enebro que talé yo mismo hace dos años (con las suertes de leña, mal pensados). Aunque en ese momento yo no había cogido nunca ni un formón y no tenía ni idea de que me daría por la madera, llevé el tronco a “lonchear” a un carpintero (que ahora puedo decir que era un manazas de primer orden y que me destrozó mucha madera), y lo puse a secar, sin saber para qué. En realidad, creo que ver toda esa madera apilada secándose fue parte de lo que me picó para investigar cómo sería eso de trabajar la madera.
El caso es que dos años y pico más tarde la madera ya está seca, y estoy haciendo alguna cosilla con ella. El enebro/sabina es una conífera, y como la mayoría de las coníferas, huele genial. Yo me atrevería a decir que esta es, con diferencia la madera que mejor huele de las decenas que yo he olido. El cedro huele muy bien, pero es un poco más empalagoso, este olor es fresco y me encanta. Trabajar esta madera es una gozada. Siempre que lo voy a hacer, vacío y limpio a conciencia la aspiración de las máquinas, porque así cuando aspiro la viruta y polvo de esta madera, huele toda la nave. El duramen (parte central) es de ese tono entre morado y granate, y la albura blanca.
El cuadro tiene tres trozos de enebro encolados, para resaltar el cambio de color, y el marco es un “sandwich” de nogal y lenga, con dos puntitos de nogal en los ingletes para darle un detallito. Precio en mi web.